que a las semillas les conviene ser tragadas por animales?   Por: Ellen Andresen Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad       Todos los organismos vivientes interactúan constantemente con otros organismos. Los resultados de esas interacciones son muy variables. En algunas interacciones uno de los organismos pierde y el otro gana (por ejemplo, cuando un animal se come a otro), en otras ambos pierden (por ejemplo, cuando dos plantas compiten por el agua del suelo), y en otras ambos ganan. Este último tipo de interacción se llama mutualismo. Todos los mutualismos que ocurren en la naturaleza pueden concebirse como mercados en los que se intercambian bienes y servicios. La interacción entre un animal y la planta cuyos frutos consume, no es la excepción: el animal recibe alimento y la planta recibe 'asistencia técnica'. Al igual que en los mercados, a veces el intercambio mutualista no siempre asegura ganancia para ambas partes. Por ejemplo, solía pensarse que el paso por el tracto digestivo de un animal favorecía la germinación de las semillas. Hoy sabemos que el efecto puede ser muy variable, dependiendo de cuál especie animal se trague qué especie de semilla. De todas las combinaciones animal-semilla que han estudiado los ecólogos, aproximadamente en la mitad de los casos la germinación de las semillas tragadas no es afectada y en 25% la probabilidad de germinación disminuye. Tan solo en el 25% de los casos, la semilla tiene mayor probabilidad de germinar tras ser tragada. Este no parece un buen negocio para la mayoría de las plantas. Es por esta razón que si fuésemos una planta demandaríamos otro servicio para que nos conviniera hacer negocio con un animal. Este servicio, desde hace millones de años, es el transporte. El transporte o dispersión es uno de los procesos fundamentales en el mundo biológico: todas las especies del planeta usan algún mecanismo para lograrlo. A diferencia de la mayoría de los animales, las plantas no pueden trasladarse de un lugar a otro por su cuenta. En cambio, usan el viento, el agua o los animales para mover a sus descendientes (las semillas). El transporte de las semillas trae consigo muchas posibles ventajas para las plantas, como el escape de una zona peligrosa, la seguridad de llegar a un sitio adecuado y la conquista de nuevos territorios. En primer lugar, la zona cercana a la planta madre no es un buen sitio para que las semillas sobrevivan. Muchos enemigos naturales que se alimentan de semillas y plantas jóvenes (por ejemplo, roedores, insectos y hongos), concentran su actividad en la cercanía de la planta madre. Numerosos estudios han demostrado que basta con alejarse un poco (1-2 m en el caso de hierbas y arbustos pequeños, 10-20 m en el caso de árboles) para que la semilla tenga una mayor probabilidad de sobrevivir y convertirse en una planta adulta. En segundo lugar, si bien el alejarse de la planta madre le permite a la semilla escapar de un sitio peligroso, esto no siempre asegura que vaya a ser depositada en un sitio menos peligroso. Por ejemplo, se ha visto que en ciertos lugares los tapires prefieren defecar dentro del agua; esto significa una muerte segura para muchas de las semillas dispersadas por este mamífero. Sin embargo, a veces las plantas logran obtener un transporte especializado de sus semillas, una especie de servicio VIP que las coloca en sitios particularmente adecuados para su supervivencia, su germinación y el crecimiento de las plantas jóvenes. Este tipo de dispersión se ha documentado en zonas áridas, donde las semillas son defecadas por aves justo debajo de la copa de arbustos o árboles, que son lugares con más humedad y menor temperatura. Este servicio premier también ocurre en selvas, donde algunas aves tienden a depositar semillas en los claros de luz, que son lugares que favorecen su germinación y supervivencia.

Mono lanudo comiendo los frutos de un árbol tropical en Colombia. Foto: Diego A. Zárate Caicedo

En tercer lugar, las semillas transportadas en el interior de los animales pueden llegar a moverse distancias muy largas, de hasta decenas de kilómetros. A lo largo de las generaciones, estos movimientos pueden ir expandiendo el área geográfica donde se distribuye una especie de planta. En gran medida, la dispersión de los organismos define qué especies se encuentran en qué lugares de nuestro planeta. Dado que el clima de la Tierra está cambiando, la ubicación de lugares que representan un hábitat adecuado para las especies de plantas y animales también está cambiando. Bajo este escenario, las especies tienen tres alternativas: adaptarse a las nuevas condiciones, moverse o extinguirse. Así, podemos concluir que efectivamente a las plantas les conviene ser tragadas por animales y que en la medida que las plantas logren moverse con la ayuda de los animales, éstos también lograrán conquistar nuevos lugares donde su alimento esté disponible. Las plantas y animales, al igual que toda la biodiversidad, son fundamentales para que los ecosistemas funcionen correctamente y brinden servicios a los humanos; muchas de estas funciones y servicios dependen de las interacciones entre organismos. De allí, la importancia que los esfuerzos de conservación de la naturaleza se enfoquen no sólo en mantener especies particulares, sino en preservar las interacciones que ocurren entre ellas.