Los suelos son considerados uno de los recursos clave para mantener tanto las funciones de los ecosistemas, como los beneficios que la naturaleza aporta a la sociedad. Entre dichos beneficios destacan la producción de alimentos, la regulación y mitigación del clima, el almacenamiento del agua y el ciclo y suministro de nutrientes. Sin embargo, en la actualidad los suelos se encuentran amenazados principalmente por su explotación no regulada. En los últimos años, los paisajes han sufrido modificaciones drásticas, lo que ha llevado a la expansión e intensificación de la agricultura. Esto, a su vez, ha generado importantes consecuencias entre las que destacan la pérdida de hábitat y diversidad biológica.
En los sistemas agrícolas la implementación de prácticas de manejo suele estar orientada al incremento de la producción, con poca consideración de los impactos ambientales, y sus consecuencias sobre las funciones del suelo y la biodiversidad. Por ejemplo, la labranza intensiva puede romper la estructura física del suelo, mientras que prácticas como la aplicación de fertilizantes y plaguicidas interrumpen el balance natural de nutrientes y afectan los mecanismos naturales de regulación de poblaciones. Esto ha conducido a la degradación de muchos suelos en México, incluido el de las principales áreas productivas del estado de Michoacán.
Por ello, es fundamental desarrollar herramientas de monitoreo para evaluar el estado y la calidad del suelo, con el objetivo de proponer alternativas viables para el manejo sistemas transformados. En mi investigación de doctorado, bajo la asesoría de la Dra. Mayra E. Gavito en el Laboratorio de Suelos Sustentables del IIES, desarrollamos un marco de investigación para la evaluación de siete funciones ecosistémicas del suelo: estructuración, suministro de nutrientes, ciclaje de nutrientes, secuestro de carbono, retención de agua, regulación de poblaciones y promoción del crecimiento vegetal. La evaluación se llevó a cabo en suelos con propiedades ándicas en Michoacán, los cuales sostienen algunos de los principales cultivos de agroexportación en el estado. En total, se incluyeron 56 sitios con cobertura de aguacate, zarzamora y mora azul, además de sitios con cultivos anuales y bosques como referencia (Figura 1). Para evaluar las funciones del suelo, seleccionamos indicadores específicos por función, los cuales pueden ser propiedades físicas, químicas o biológicas que responden a factores de cambio en el suelo.

Como resultado, en un artículo recientemente publicado en la revista Science of the Total Environment, reportamos que, aunque nuestras hipótesis iniciales proponían que la intensidad de manejo tendría un efecto negativo sobre la multifuncionalidad del suelo, no encontramos diferencias significativas entre las distintas coberturas. No obstante, un hallazgo interesante de nuestra evaluación fue que las funciones individuales presentaron una gran variación. Esto sugiere que, dentro de cada cobertura, existen mecanismos de regulación que favorecen determinadas funciones, lo que en términos generales contribuye a mantener la multifuncionalidad promedio. Nuestros resultados podrían indicar que las distintas formas de manejo en la región, asociadas a cada cobertura, afectan algunas funciones, pero hasta ahora no han tenido un impacto severo en la degradación del funcionamiento general del suelo.
Además, al evaluar las interacciones entre las funciones, encontramos que, de manera natural, se fomentan relaciones de sinergia entre ellas, donde la retención de carbono en el suelo juega un papel clave, como desencadenante de interacciones positivas con el suministro de nutrientes, la promoción del crecimiento vegetal y el mantenimiento de la estructura del suelo. Por otro lado, cuando se evalúa e incluye estadísticamente el efecto del manejo agronómico, las sinergias entre funciones se mantienen; sin embargo, surgen trade-offs o disyuntivas entre la regulación de poblaciones y la estructuración del suelo, así como entre la retención de agua y el ciclo de nutrientes. Nuestros resultados indican que es fundamental preservar aquellas funciones especialmente asociadas con la actividad de la biota, ya que son las más vulnerables a las relaciones negativas provocadas por el manejo agronómico.
Estos hallazgos también resaltan la importancia de mantener el equilibrio y la sinergia entre las funciones, las cuales pueden beneficiarse de prácticas de manejo como la incorporación constante de materia orgánica. Esto puede lograrse mediante la introducción de plantas leñosas en los sitios de cultivo, el manejo de la cobertura de especies herbáceas y la promoción de especies que contribuyan al aporte de carbono al suelo. En términos generales, incrementar la diversidad biológica de un cultivo favorece también la diversidad funcional, lo que da como resultado suelos funcionalmente resilientes.
Los resultados de este trabajo constituyen una base fundamental para la evaluación multifuncional de los suelos en nuestra región de estudio y pueden servir como un marco adaptable para otras áreas donde existen pocas herramientas de monitoreo y datos para una evaluación integral de sus funciones. A futuro, la aplicación de este enfoque podría contribuir al desarrollo de estrategias de manejo más sostenibles, permitiendo la conservación de la biodiversidad del suelo y el mantenimiento de su capacidad productiva a largo plazo.
Etiquetas: IIES, 2025, BUM 113, Multifuncionalidad, Suelo