El insaciable consumo de aguacate, un inminente riesgo para todos

Autor: Dra. Cynthia Armendáriz Arnez. Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad Morelia. UNAM.

¿Sabes de dónde viene y cómo se produce el aguacate que comes diariamente? El aguacate es un alimento de gran demanda, versátil, que ha demostrado tener un alto contenido nutricional con cerca de 15 nutrientes como carbohidratos, proteínas, fibra, vitaminas A, C y E, elementos químicos esenciales como el potasio, magnesio, hierro, calcio y sodio, y grasas insaturadas; se dice que consumir medio aguacate al día podría tener numerosos beneficios a la salud. Es uno de los productos más exitosos del agronegocio mexicano; ocupa el cuarto lugar en toneladas producidas (después de la naranja, el limón y el plátano). México, país de origen del aguacate abastece el 45 por ciento del mercado internacional generando un negocio de tres mil millones de dólares anuales.

La producción de aguacate en México ha aumentado a razón del seis por ciento anual desde el 2018, alcanzando las 2.9 millones de toneladas en 2023, casi 400 mil ton más que en 2022. El 85 por ciento del aguacate producido en México se cultiva en 39 de los 113 municipios del estado de Michoacán; representa más del 4.3 por ciento del Producto Interno Bruto agrícola nacional, su cultivo genera más de 100 mil empleos permanentes y 60 mil empleos estacionales ligados a actividades indirectas en Michoacán.

La creciente exportación de la producción a Estados Unidos, Canadá y otros países en Asia y la demanda ilegal del fruto han intensificado el uso de plaguicidas en las últimas décadas para erradicar las plagas, proteger la apariencia del aguacate y mejorar la productividad por hectárea; esto ha generado consecuencias -que todavía no han sido suficientemente estudiadas- en todas las esferas ambientales: en el suelo, el agua, el aire y el lugar donde coexistimos diversos seres vivos.

Los jornaleros agrícolas son una población altamente vulnerable al laborar en condiciones precarias; realizan jornadas intensas de trabajo, reciben remuneración económica insuficiente para sostener su vida y la de sus familias, no tienen prestaciones de servicios de salud, reciben poca capacitación - no siempre efectiva - sobre el manejo de productos tóxicos y están expuestos ocupacionalmente a sustancias como los agroquímicos (fertilizantes, nutrimentos y plaguicidas). Además sus vidas están atravesadas por las presiones de la regulación política y los carteles que van cooptando territorios dificultando los procesos de producción y comercialización de pequeños productores y/o comunidades cuya principal actividad económica es la agricultura. En este contexto, la sinergia de los comportamientos riesgosos durante los días de aplicación de plaguicidas (no lavarse las manos, comer o beber, la falta de uso de equipo de protección personal, la mala disposición de residuos, no cambiarse la ropa, no respetar el tiempo de reingreso a las huertas), ha generado numerosos impactos a su salud cuya evidencia científica es difícil de obtener y nos pone ante un escenario de múltiples desafíos metodológicos, analíticos, epistemológicos y regulatorios (Figura 1).

Figura 1. Nube de plaguicidas que se mueven en el aire en un día de fumigación. Foto: Cortesía de la autora.

Se han identificado más de 150 productos usados en mezclas en los campos agrícolas con diferentes fines: combatir insectos que dañan el fruto por dentro o por fuera, aumentar el rendimiento de la cosecha, coadyuvantes en procesos de las plantas (polinización, floración), adherentes, nutrimentos, etcétera. Los estudios epidemiológicos nos ayudan a entender la distribución de enfermedades y otros impactos en la salud en poblaciones humanas; sin embargo existe un desafío enorme en el diseño y análisis de estos estudios para evaluar adecuadamente los impactos del uso de estos productos en el agua, los suelos, el aire, los alimentos y en la salud de los pobladores. Se sabe que el cultivo de aguacate ha provocado deforestación, disminuido la biodiversidad de especies como jaguares y coyotes en Michoacán. Actualmente se combinan el uso de métodos estadísticos multivariados con instrumentos como cuestionarios o encuestas y el uso de biomarcadores de exposición para evaluar los efectos de la exposición a plaguicidas, por ejemplo. Hay una búsqueda constante por desarrollar herramientas científicas y comunitarias, e incorporar datos etnográficos, es decir, usar métodos mixtos de análisis, combinando metodologías de las ciencias exactas y las ciencias sociales para entender las realidades de los jornaleros agrícolas y el impacto que tiene en su salud el que estén expuestos a plaguicidas sin la protección adecuada (Figura 2).

Figura 2. Estudio en Michoacán sobre la asociación entre la aplicación y exposición a plaguicidas y la presencia de tos nocturna. Imagen: Cortesía de la autora.

La exposición ocupacional a plaguicidas puede resultar en una amplia gama de efectos a la salud incluyendo trastornos neuroconductuales y problemas respiratorios. Por ejemplo, la exposición a plaguicidas organofosforados como el clorpirifos y el paratión se ha asociado con sibilancias en trabajadores agrícolas y aplicadores de plaguicidas comerciales y con un aumento en la prevalencia de asma alérgica. México no es la excepción, en el Laboratorio de Contaminación y Salud Ambiental (LaCoSA) de la ENES Morelia nos interesa entender los efectos de la exposición ocupacional a contaminantes ambientales; en un estudio publicado en la revista Ciencia del Medio Ambiente Total (Science of the Total Environment, por su nombre en inglés) encontramos 12 productos en muestras de orina de 150 trabajadores de aguacate en Michoacán asociados a riesgos aumentados de tos nocturna. En otro estudio con la misma población de trabajadores agrícolas, encontramos que el uso de plaguicidas estaba asociado con una mayor prevalencia de trastornos psicológicos de depresión y ansiedad.

Como consumidores de este maravilloso alimento, es imprescindible crear el hábito de comerlo con conciencia; eso incluye preguntarnos e investigar sobre qué actividades, recursos y personas intervienen en su producción, en saber si fue producido bajo un esquema de comercio justo, de forma orgánica o convencional (con el uso de agroquímicos, Figura 3), reflexionando en la cantidad de kilómetros que tuvo que ser transportado para que podamos tenerlo en la mesa, haciendo conciencia de cantidad de energía que se tuvo que invertir en los procesos intermedios de procesamiento, almacenamiento, conservación, disposición, etcétera.

Figura 3. Equipo de investigación recorriendo huertas de aguacate en Michoacán para conocer el proceso de preparación de mezclas de agroquímicos. Foto: Cortesía de la autora.

Es indispensable y urgente examinar los riesgos humanos y ambientales asociados con la exposición a plaguicidas cuyo uso está prohibido en Estados Unidos y en la Unión Europea; por las diferencias climatológicas, frecuencia de aplicación y dosis de plaguicidas, determinantes sociodemográficos y factores institucionales, la evidencia relativamente robusta de la relación entre la exposición-efecto generada en países de altos ingresos y de clima templado no es fácilmente extrapolable a países de bajos ingresos ubicados en zonas tropicales como México (Figura 4). Problemáticas tan complejas como las ambientales, que conjugan la interacción entre actores sociales y procesos de producción/comercialización, requieren de numerosas disciplinas y personas pensando estrategias para mitigar los efectos de la presencia, movilidad y destino de sustancias tóxicas que afectan la calidad de vida de las personas y la funcionalidad y composición de nuestros ecosistemas. Y tú, ¿te has preguntado cómo podrías contribuir a la solución de problemas ambientales y qué se requiere para mejorar los espacios y las condiciones de vida de las múltiples especies que habitamos este planeta donde todos los procesos están interconectados?

Figura 4. Productores de aguacate participantes del estudio sobre plaguicidas y salud contestando un cuestionario. Foto: Cortesía de la autora.

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