Impactos y adaptación al cambio climático en México

El cambio climático es una realidad actual. Lejos de tratarse de un evento que tendrá lugar en un futuro distante, la mayoría de sus efectos ya se están dejando ver. Como resultado, existe una creciente necesidad por contar con políticas claras de mitigación y adaptación nacionales. Por suerte, a raíz de la COP21 en 2015, mejor conocida como “Los Acuerdos de París”, las naciones del mundo se han comprometido a presentar planes claros sobre rutas de descarbonización de sus economías y mecanismos para adaptarse a los cambios presentes y futuros en el clima. Para todas las naciones es fundamental contar con estos planes, pero para México es particularmente crítico.

México es uno de los países más vulnerables al cambio climático. En nuestra nación se conjugan una serie de condiciones geográficas y socioeconómicas que acrecientan el riesgo frente a este fenómeno. En primer lugar, nos encontramos rodeados por dos océanos; lo que genera un importante riesgo por fenómenos extremos como huracanes y por un aumento en el nivel del mar en todos nuestros litorales. Tenemos un paisaje increíblemente accidentado, lo que genera una plétora de microclimas con vegetación (natural y cultivada) adaptada a los mismos, susceptible a los cambios en el clima. Finalmente, también tenemos una estructura socioeconómica con enormes grupos vulnerables, cuyos medios de vida son altamente dependientes de un clima predecible y recurrente (p.ej. todos los agricultores de temporal). Con base a todo lo anterior, contar con un plan de mitigación y adaptación a este fenómeno es no sólo necesario, pero urgente. Pero para poder construir este plan, primero necesitamos entender cómo ha cambiado el clima y qué impactos se suscitan como consecuencia.

¿CUÁNTO HA CAMBIADO EL CLIMA EN MÉXICO DURANTE EL ÚLTIMO SIGLO?

Comencemos por hablar de la temperatura. El incremento térmico promedio en México durante el periodo 1901-2025 ha sido de 1.5-1.8 °C, de acuerdo con los datos de la Climate Research Unit. No obstante, el incremento no ha sido homogéneo en todo el país, con los estados del Norte (y particularmente el Noroeste) teniendo un incremento de 2.2-2.4 °C en estos 125 años; mientras que los del sureste registran 1.1-1.3 °C. Nuestra investigación ha mostrado patrones similares para la temperatura mínima y máxima (Figura 1). Adicionalmente, algunas de nuestras proyecciones realizadas a base de distintos modelos climáticos, muestran que, de seguir con este patrón de altas emisiones de dióxido de carbono, en México se podrían alcanzar hasta un incremento en 6 °C a finales del siglo.

Figura 1. Cambio en la temperatura promedio anual en México durante 1901-2022. El mapa se presenta en °C/década, con base a la pendiente de la variable con respecto al tiempo. Imagen: cortesía de los autores.

Sigamos por los cambios en el ciclo hidrológico. En términos de la cantidad neta de agua que ingresa a nuestro país en forma de lluvia, no se ha visto un cambio en el último siglo; tenemos una precipitación total anual similar a la que existía hace 125 años. No obstante, se ha alterado su temporalidad en dos formas: en primer lugar, se ha incrementado la diferencia en las precipitaciones entre estaciones; la estación seca se ha vuelto cada vez más seca y la de lluvias más húmeda. En segundo lugar, se ha dado un importante retraso en el inicio de las lluvias, particularmente en las zonas aledañas al Pacífico. Adicionalmente, se ha presentado un aumento en la recurrencia e intensidad de eventos climáticos extremos, particularmente de sequías intensas.

¿CÓMO HA IMPACTADO ESTE CAMBIO A DIFERENTES SECTORES?

Algunos de los impactos más preocupantes se observan en el sector agropecuario. Esto se presenta tanto de forma directa como indirecta en cultivos, suelos, ganado y plagas. Asimismo, los cambios en la temperatura, la humedad y la precipitación disminuyen la producción y el rendimiento de cultivos fundamentales para nuestro país, entre los que se encuentran maíz, arroz, sorgo, soya, trigo y caña de azúcar. El ganado también se ha visto afectado por eventos climáticos extremos de sequía, causando la muerte de miles de bovinos, caprinos y ovinos. Con ello también se ha visto una disminución en las exportaciones de carnes de bovino, porcino y de ave, durante años extremadamente secos. Los impactos del clima extremo en el sector primario no sólo significan un riesgo para la seguridad alimentaria, sino que también representa un alto costo económico. Por si esto no fuera poco, los eventos extremos han disminuido radicalmente el rendimiento y producción de cultivos endémicos y únicos de México, poniendo en riesgo la gastronomía y cultura nacional, al generar escasez en ingredientes emblemáticos de los platillos de la comida mexicana.

Pero los daños no se limitan a la producción de alimentos, sino que se han visto impactos en la salud y el bienestar humano. Por ejemplo, enfermedades transmitidas por vectores como el dengue, el zika y la malaria se han visto potenciadas por los cambios en las temperaturas y la precipitación debido al desplazamiento o aumento de su área de distribución potencial. Así mismo, golpes de calor, problemas en el sistema respiratorio, enfermedades cardíacas y aumento en la presencia de alergias, son otros ejemplos de daños a la salud que enfrenta la población mexicana como resultado de los aumentos térmicos. Más allá, existen serios impactos en la sociedad. Por ejemplo, los eventos extremos de sequía se han ligado con un aumento en la migración rural hacia el extranjero, particularmente hacia EUA. La falta de agua en el medio rural deriva en el abandono de la ocupación agraria, particularmente de agricultores de temporal y ganaderos.

CAMINOS PARA LA ADAPTACIÓN

Bajo este escenario de cambio e impactos, el contar con estrategias de adaptación es fundamental. En nuestro país se han empezado a impulsar políticas públicas e institucionales para guiar estrategias de adaptación en diferentes sectores. Por ejemplo, se promulgó la ley general de cambio climático (LGCC) en 2012 y se está haciendo una revisión a la misma actualmente. Se han creado varias comisiones para guiar la política mexicana, como la comisión intersecretarial del Cambio climático (CICC) y el consejo de cambio climático (C3, 2013). También tenemos el fondo de cambio climático y el sistema nacional del cambio climático. Sumado a todo lo anterior, posiblemente el esfuerzo actual más importante es la construcción de la siguiente Comunicación Nacional de Cambio Climático y el informe de las Contribuciones Nacionalmente Determinadas. En ese sentido, el Programa de Investigación en Cambio Climático (PINCC) de la UNAM, junto con el INECC y SEMARNAT, están procesando una cantidad impresionante de datos sobre impactos, para generar caminos y vías de adaptación en el corto, mediano y largo plazo en nuestro país, y plasmarlos en documentos relevantes para la toma de decisiones y la política pública.
Aunque tenemos un camino largo por recorrer, seguimos buscando alternativas para adaptarnos en todos los sectores. Este es un momento crítico para desarrollar investigación en el tema, particularmente aplicada a entender cómo el cambio climático está impactando nuestro país y cómo podríamos tener daños netos cero. Definitivamente es momento de voltear a ver el cambio climático como un área de oportunidad y aplicar nuestra mejor característica como mexicanos: la adaptación y la buena cara ante la adversidad.

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